Los pacientes con COVID-19 ingresados en unidades de cuidados intensivos (UCI) tienen una carga significativamente mayor de delirio y coma que la que se encuentra típicamente en los pacientes con insuficiencia respiratoria aguda. La elección de los sedantes y las restricciones a las visitas familiares desempeñaron un papel en el aumento de la disfunción cerebral aguda de estos pacientes.
Así lo ha concluido un estudio internacional publicado en la revista científica 'The Lancet Respiratory Medicine' y dirigido por investigadores del Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt (Canadá) en coordinación con investigadores españoles.
El delirio en la UCI se asocia con mayores costes médicos y un mayor riesgo de muerte y demencia a largo plazo
El estudio, el más grande de su tipo hasta la fecha, rastrea la incidencia de delirio y coma en 2.088 pacientes de COVID-19 ingresados antes del 28 de abril en 69 unidades de cuidados intensivos para adultos en 14 países.
El delirio en la UCI se asocia con mayores costes médicos y un mayor riesgo de muerte y demencia a largo plazo. Alrededor del 82 por ciento de los pacientes de este estudio de observación estuvieron en coma durante una mediana de 10 días, y el 55 por ciento deliraron durante una mediana de tres días. La disfunción cerebral aguda (coma o delirio) duró una mediana de 12 días.
"Esto es el doble de lo que se ve en los pacientes de la UCI que no están en coma", ha explicado Brenda Pun, coautora del estudio con el doctor Rafael Badenes, de la Universidad de Valencia. En este sentido, los autores citan un estudio previo de gran tamaño en la UCI, en el que la disfunción cerebral aguda duró una media de cinco días, incluidos cuatro días de coma y un día de delirio.
Los autores señalan que los procesos de la COVID-19 podrían predisponer al paciente a una mayor carga de disfunción cerebral aguda. Pero también observan que una serie de factores de atención al paciente, algunos de los cuales están relacionados con las presiones que la pandemia ejerce sobre la atención de la salud, también parecen haber desempeñado un papel importante.
Los procesos de la COVID-19 podrían predisponer al paciente a una mayor carga de disfunción cerebral aguda
Mediante el uso de registros sanitarios electrónicos, los investigadores pudieron examinar de cerca las características de los pacientes, las prácticas de atención y los resultados de las evaluaciones clínicas. Alrededor del 88 por ciento de los pacientes rastreados en el estudio fueron ventilados mecánicamente de forma invasiva en algún momento durante la hospitalización, el 67 por ciento el día de la admisión en la UCI. Los pacientes que recibieron infusiones de sedantes de benzodiazepina tenían un 59 por ciento más de riesgo de desarrollar delirio. Los pacientes que recibieron visitas familiares (en persona o virtuales) tuvieron un 30 por ciento menos de riesgo de delirio.
"Estos prolongados períodos de disfunción cerebral aguda son en gran medida evitables. Nuestro estudio hace sonar una alarma: al entrar en la segunda y tercera ola de COVID-19, los equipos de la UCI necesitan sobre todo volver a niveles más ligeros de sedación para estos pacientes, pruebas frecuentes de despertar y respiración, movilización y visitas seguras en persona o virtuales", concluyen los autores.