Menos del 2% de los bebés nacidos de madres con SARS-CoV-2, el virus responsable de la infección por COVID-19, también dan positivo en el momento del nacimiento, según un análisis de las últimas pruebas publicado por The BMJ.
Aunque el riesgo de transmisión es extremadamente bajo, los resultados sugieren que los bebés de madres con una infección más grave pueden tener más probabilidades de dar positivo. Sin embargo, las pruebas actuales no apoyan medidas como las cesáreas, la separación de la madre y el bebé al nacer o la alimentación con leche artificial para evitar la transmisión del COVID-19 a los bebés.
Las mujeres embarazadas pueden ser portadoras del virus del SARS-CoV-2 en la sangre, la placenta, el líquido amniótico y la leche materna, por lo que tienen la posibilidad de transmitirlo a sus bebés. Sin embargo, siguen existiendo importantes lagunas de conocimiento sobre los riesgos que corren los bebés cuando sus madres están infectadas por el SARS-CoV-2.
Para abordar esta cuestión, un equipo internacional de investigadores revisó casi 500 estudios en los que participaron 28.952 madres con COVID-19 que acudieron al hospital por cualquier motivo.
Su objetivo era evaluar las tasas de positividad entre los bebés nacidos de madres con el virus, el momento probable de la transmisión de madre a hijo, los resultados entre los bebés con el virus y si los factores asociados con el trabajo de parto, el parto o la lactancia materna aumentaban el riesgo de que los bebés se infectaran.
La mayoría de los estudios procedían de Europa, Asia Central y América del Norte, y aunque estaban diseñados de forma diferente y eran de calidad variable, los investigadores pudieron tenerlo en cuenta en su análisis.
"El COVID materno grave puede estar asociada a la positividad del SARS-CoV-2 en los bebés, pero no el parto vaginal, la lactancia materna o el contacto entre la madre y el bebé después del nacimiento"
En general, el 1,8% de los 14.271 bebés nacidos de madres infectadas por el SARS-CoV-2 también dieron positivo en la prueba PCR. Esta cifra se redujo a sólo el 1% cuando los análisis se limitaron a los bebés expuestos al virus antes o durante el nacimiento.
De los 592 bebéspositivos con datos sobre el momento de la exposición y el tipo y el momento de las pruebas, 14 tuvieron una transmisión maternoinfantil confirmada: siete antes del nacimiento (en el útero), dos durante el trabajo de parto o el parto (intraparto) y cinco durante el periodo postnatal temprano (hasta 10 días después del nacimiento).
De los 800 bebés positivos con datos de resultados, 20 fueron mortinatos, 23 fueron muertes neonatales (durante los primeros 28 días de vida) y ocho fueron pérdidas tempranas del embarazo; 749 bebés estaban vivos al final del seguimiento.
Los bebés parecían más propensos a dar positivo en la prueba del COVID-19 si sus madres tenían una infección grave por COVID-19, estaban ingresadas en una unidad de cuidados intensivos, desarrollaban una infección o morían poco después del parto.
Sin embargo, no se encontró ninguna relación entre un resultado positivo en los bebés y la fase del embarazo (trimestre) en la que la madre estaba infectada, el parto prematuro, el modo de dar a luz, la lactancia materna o la separación de la madre y el bebé al nacer.
Además, las tasas de positividad variaron entre las distintas regiones, oscilando entre el 0,1% en los estudios de América del Norte y el 5,7% en los de América Latina y el Caribe.
Los investigadores reconocen algunas limitaciones que pueden haber afectado a sus resultados, como las diferencias en las definiciones de COVID-19 grave y leve, así como los tipos, el momento y la precisión de las pruebas utilizadas.
No obstante, sus extensos análisis les permitieron evaluar la solidez de sus hallazgos según el momento de la infección materna y las pruebas en los bebés, y entre regiones. Y como se trata de una revisión sistemática viva, los resultados pueden actualizarse periódicamente a medida que surgen nuevas pruebas.
Por ello, concluyen que "las tasas globales de positividad del SARS-CoV-2 en los bebés nacidos de madres con infección por el SARS-CoV-2 son bajas" y que "el COVID materno grave puede estar asociada a la positividad del SARS-CoV-2 en los bebés, pero no el parto vaginal, la lactancia materna o el contacto entre la madre y el bebé después del nacimiento".
Advierten de que es importante tener en cuenta el panorama cambiante de la pandemia de COVID-19, y añaden, "incluyendo la prevalencia de COVID-19 en varias regiones, el impacto de la vacunación y los efectos de las variantes conocidas y emergentes de SARS-CoV-2 en la transmisión de madre a hijo".
"Dado que las vacunas no están disponibles para los bebés y los niños pequeños, es fundamental que se disponga de mejores datos para informar sobre la toma de decisiones"
En general, las conclusiones de esta revisión parecen tranquilizadoras, pero también ponen de manifiesto la escasez de datos de alta calidad sobre los riesgos del COVID-19 para los lactantes, afirma Catherine McLean Pirkle en un editorial vinculado.
Aunque por el momento no hay pruebas de que haya que cambiar las mejores prácticas de atención postnatal, señala que los partos en los hospitales suelen poner a las nuevas madres y a los bebés en contacto con docenas de personas, por lo que es difícil determinar el origen de la infección en los recién nacidos.
La variación encontrada entre las regiones también sugiere que cuando se toman las medidas preventivas adecuadas durante el periodo intraparto y el posparto temprano, como el uso consistente y apropiado del equipo de protección personal, la infección de los recién nacidos es poco probable, añade.
"Dado que las vacunas no están disponibles para los bebés y los niños pequeños, es fundamental que se disponga de mejores datos para informar sobre la toma de decisiones compartidas adecuadas sobre la atención perinatal entre los padres y los proveedores de atención médica", concluye.