Investigadores de la Universidad de McMaster, en Canadá, han descubierto una toxina desconocida hasta ahora que mata a las bacterias y que podría allanar el camino para una nueva generación de antibióticos, según publican en la revista 'Molecular Cell'.
El estudio, dirigido por John Whitney en el Instituto Michael G. DeGroote de Investigación de Enfermedades Infecciosas, muestra que el patógeno bacteriano 'Pseudomonas aeruginosa', conocido por causar infecciones hospitalarias como la neumonía, segrega una toxina que ha evolucionado para matar otras especies de bacterias.
"Esta investigación es importante porque demuestra que la toxina se dirige a las moléculas de ARN esenciales de otras bacterias, dejándolas sin efecto"
Para Whitney, el aspecto clave de su descubrimiento no es sólo que esta toxina mate a las bacterias, sino cómo lo hace. "Esta investigación es importante porque demuestra que la toxina se dirige a las moléculas de ARN esenciales de otras bacterias, dejándolas sin efecto -explica Whitney, profesor asociado del Departamento de Bioquímica y Ciencias Biomédicas-. Al igual que los humanos, las bacterias necesitan un ARN que funcione correctamente para poder vivir".
"Es un asalto total a la célula por la cantidad de vías esenciales que dependen de los ARN funcionales --añade el primer autor del estudio, Nathan Bullen, estudiante de posgrado del Departamento de Bioquímica y Ciencias Biomédicas de McMaster--. Esta toxina entra en su objetivo, secuestra una molécula esencial necesaria para la vida y luego utiliza esa molécula para interrumpir los procesos normales".
Whitney y Bullen, junto con sus colegas del Imperial College de Londres (Reino Unido) y la Universidad de Manitoba, han estudiado esta toxina durante casi tres años para comprender exactamente cómo funciona a nivel molecular.
Whitney afirma que la vulnerabilidad recién descubierta puede aprovecharse para el desarrollo de futuros antibióticos
El avance fue logrado por Bullen tras una rigurosa experimentación con objetivos comunes de las toxinas, como moléculas de proteínas y ADN, antes de probar finalmente la toxina contra el ARN. Este descubrimiento rompe con los precedentes establecidos por las toxinas dirigidas a proteínas segregadas por otras bacterias, como las que causan el cólera y la difteria.
Los investigadores afirman que este avance encierra un gran potencial para futuras investigaciones que podrían desembocar en nuevas innovaciones que combatan las bacterias causantes de infecciones. Whitney afirma que la vulnerabilidad recién descubierta puede aprovecharse para el desarrollo de futuros antibióticos.