Un nuevo estudio muestra que las personas que realizan actividades físicas vigorosas, como correr o deportes de competición, en zonas con mayor contaminación atmosférica pueden mostrar menos beneficios de ese ejercicio en lo que respecta a ciertos marcadores de enfermedad cerebral, según publican los investigadores se publica en la edición online de Neurology, la revista médica de la Academia Americana de Neurología.
Los marcadores examinados en el estudio incluían las hiperintensidades de la materia blanca, que indican lesiones en la materia blanca del cerebro, y el volumen de la materia gris. Un mayor volumen de materia gris y un menor volumen de hiperintensidad de la materia blanca son marcadores de una mejor salud general del cerebro.
"El ejercicio vigoroso puede aumentar la exposición a la contaminación atmosférica y estudios anteriores han demostrado los efectos adversos de la contaminación atmosférica en el cerebro", señala la autora del estudio Melissa Furlong, de la Universidad de Arizona, en Estados Unidos.
"Demostramos que la actividad física está asociada a la mejora de los marcadores de salud cerebral en las zonas con menor contaminación atmosférica, añade. Sin embargo, algunos efectos beneficiosos desaparecieron esencialmente en el caso de la actividad física vigorosa en las zonas con mayores niveles de contaminación atmosférica. Esto no quiere decir que la gente deba evitar el ejercicio".
La contaminación atmosférica reduce los beneficios de la actividad física en el cerebro
En este sentido, señala que, "en general, el efecto de la contaminación atmosférica sobre la salud del cerebro fue modesto, aproximadamente equivalente a la mitad del efecto de un año de envejecimiento, mientras que los efectos de la actividad vigorosa sobre la salud del cerebro fueron mucho mayores, aproximadamente equivalentes a ser tres años más joven".
El estudio analizó a 8.600 personas con una edad media de 56 años del Biobanco del Reino Unido, una gran base de datos biomédica. La exposición de las personas a la contaminación, incluido el dióxido de nitrógeno y las partículas, que son partículas de líquidos o sólidos suspendidos en el aire, se estimó con una regresión del uso del suelo.
Un estudio de regresión del uso del suelo modela los niveles de contaminación atmosférica basándose en los monitores del aire y en las características del uso del suelo, como el tráfico, la agricultura y las fuentes industriales de contaminación atmosférica.
La exposición a la contaminación atmosférica de los participantes se clasificó en cuatro grupos iguales, de menor a mayor contaminación atmosférica. La actividad física de cada persona se midió durante una semana con un dispositivo de detección de movimiento llamado acelerómetro. A continuación, caracterizaron sus patrones de actividad física en función de la cantidad de actividad física vigorosa que realizaban, desde ninguna hasta 30 minutos o más por semana.
Los investigadores descubrieron que la actividad física vigorosa reducía las hiperintensidades de la materia blanca en zonas de baja contaminación atmosférica
Las personas que realizaban la mayor cantidad de actividad física vigorosa a la semana tenían, por término medio, un volumen de materia gris de 800 cm3, en comparación con una media de 790 cm3 de volumen de materia gris en las personas que no realizaban ningún ejercicio vigoroso.
Los investigadores demostraron que la exposición a la contaminación atmosférica no alteraba los efectos de la actividad física sobre el volumen de materia gris. Sin embargo, los investigadores descubrieron que la exposición a la contaminación atmosférica alteraba los efectos de la actividad física vigorosa cuando se examinaban las hiperintensidades de la materia blanca.
Tras ajustar la edad, el sexo y otras covariables, los investigadores descubrieron que la actividad física vigorosa reducía las hiperintensidades de la materia blanca en las zonas de baja contaminación atmosférica, pero estos beneficios no se encontraban entre los de las zonas de alta contaminación atmosférica.
"Se necesita más investigación, pero si nuestros hallazgos se replican, la política pública podría utilizarse para abordar la exposición de las personas a la contaminación del aire durante el ejercicio, advierte Furlong. Por ejemplo, dado que una cantidad significativa de la contaminación atmosférica procede del tráfico, promover la práctica de correr o montar en bicicleta por caminos alejados del tráfico intenso podría ser más beneficioso".