Los adultos que sobrevivieron a un cáncer infantil tienen un riesgo elevado de deterioro neurocognitivo de nueva aparición. Así lo ha revelado un estudio llevado a cabo por investigadores del St. Jude Children's Research Hospital de Memphis (EEUU), en el que sugieren que a medida que envejecen, estos pacientes pueden sufrir un deterioro que sería indicador de deterioro neurocognitivo futuro y posiblemente demencia.
En el estudio, publicado en la revista 'JAMA', el deterioro de la memoria de nueva aparición surgió con mayor frecuencia en los supervivientes décadas después del diagnóstico y tratamiento del cáncer. El mayor riesgo se asoció con el tratamiento del cáncer, comportamientos de salud modificables y condiciones de salud crónicas.
Aproximadamente el 40 por ciento de los supervivientes a largo plazo de cáncer infantil muestran deterioro neurocognitivo de 5 a 10 años después del diagnóstico. Sin embargo, no se ha determinado el riesgo a muy largo plazo para el 60 por ciento que no experimenta un deterioro temprano.
Aproximadamente el 40 por ciento de los supervivientes a largo plazo de cáncer infantil muestran deterioro neurocognitivo de 5 a 10 años después del diagnóstico
El estudio proporciona la primera evidencia extensa de prevalencia sustancial y factores de riesgo para las deficiencias neurocognitivas de aparición tardía.
Estos factores de riesgo incluyeron exposiciones al tratamiento original, comportamientos de salud modificables y condiciones de salud crónicas. Pocas condiciones crónicas mediaron el impacto del tratamiento original del cáncer en los resultados neurocognitivos, lo que sugiere un riesgo de por vida asociado con la exposición al tratamiento. Este patrón, y el hecho de que el deterioro de la memoria era más común, sugiere que las terapias originales contra el cáncer están asociadas con cambios fisiológicos que aceleran el envejecimiento o la tasa de deterioro neurocognitivo.
El objetivo de la investigación era determinar si los adultos mayores supervivientes de cáncer infantil informan más deficiencias neurocognitivas de inicio reciente en comparación con sus hermanos, e identificar los factores de riesgo asociados con tales deficiencias.
Los participantes de este estudio de cohortes incluyeron supervivientes adultos de cáncer infantil y sus hermanos como grupo de control. La cohorte original incluía supervivientes que recibieron un diagnóstico entre el 1 de enero de 1970 y el 31 de diciembre de 1986, para quienes se disponía de una evaluación neurocognitiva longitudinal.
La cohorte comprendía 2.375 supervivientes de cáncer infantil, incluida la leucemia linfoblástica aguda, tumores del sistema nervioso central (SNC) y linfoma de Hodgkin. Además, se incluyeron un total de 232 hermanos. En comparación con los hermanos, una mayor proporción de supervivientes sin deterioro de la memoria al inicio del estudio tuvo un nuevo deterioro de la memoria en el seguimiento.
Las condiciones neurológicas mediaron el impacto de la CRT en el deterioro de la memoria de nueva aparición en los supervivientes del SNC. El tabaquismo, el bajo nivel educativo y la baja actividad física se asociaron con un riesgo elevado de deterioro de la memoria de nueva aparición.
Asimismo, el resultado primario fue un nuevo deterioro neurocognitivo (presente en el seguimiento, pero no presente al inicio del estudio), definido como una puntuación en el peor 10 por ciento de la cohorte de hermanos. El deterioro se evaluó mediante el cuestionario neurocognitivo del estudio de supervivientes de cáncer infantil. Se utilizaron los riesgos relativos (RR) y los IC del 95 por ciento para estimar las asociaciones del deterioro neurocognitivo con el tratamiento y los comportamientos y condiciones de salud utilizando modelos lineales generalizados.
Los hallazgos de este estudio de cohortes enfatizan que los supervivientes de cáncer infantil pueden estar en riesgo permanente de deterioro cognitivo a lo largo de sus vidas
Como conclusiones, los hallazgos de este estudio de cohortes enfatizan que los supervivientes de cáncer infantil pueden estar en riesgo permanente de deterioro cognitivo a lo largo de sus vidas.
Por ello, los profesionales deben considerar la vigilancia neurocognitiva para todos los supervivientes a pesar de la falta de deficiencias neurocognitivas al momento de completar la terapia. Las evaluaciones en serie de la función neurocognitiva en cada superviviente, incluidos aquellos que no recibieron terapias dirigidas al sistema nervioso central, y el cumplimiento de las recomendaciones de detección de efectos tardíos de supervivencia serán fundamentales para mantener la función cognitiva en los supervivientes de cáncer que envejecen.
Aunque actualmente no existen tratamientos que reviertan el deterioro cognitivo, los profesionales de la salud pueden reducir el riesgo de un superviviente de cáncer infantil acelerado al enfocarse en factores de riesgo modificables.