Pese a que el sector salud tiene como fin velar por el bienestar de las personas, paradójicamente es un gran contribuidor a la huella de carbono nacional, lo que se traduce en un empeoramiento de la salud de la población. “Se estima que nuestro sistema sanitario contribuye en un 4,5% a la huella de carbono nacional, lo que es una barbaridad”, señala Carlos Cabrera, médico adjunto del Servicio de Neumología del Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín y asesor del CGCOM en el grupo de trabajo de Salud y Cambio Climático.
Como ejemplo de la aportación de emisiones por parte del sector salud, el especialista destaca el funcionamiento de los hospitales y los centros de salud: “Funcionan quemando combustible y con una huella de carbono muy alta derivada de la compra de equipamiento, traslados…”.
Dicha aportación tiene como consecuencia “la desestabilización de la enfermedades de nuestros crónicos y el desarrollo de nuevas enfermedades”, añade el especialista, que a su vez destaca el conflicto ético al que comienza a enfrentarse el ámbito médico ante este escenario.
Por ello, es importante iniciar acciones que promuevan la reducción de emisiones. Entre ellas, Cabrera resalta la creación de grupos grandes capaces de presionar a nivel político, intentar gravar medicamentos que no sean respetuosos y sostenibles, potenciar las teleconsultas e implementar el transporte eléctrico en la red del SNS.
El compromiso político y de las administraciones públicas sanitarias ha sido otro de los aspectos valorados por el neumólogo, que asegura que dicha implicación existe, pero que debe ir acompañada de dinero. “Se están dando pasos en la crisis climática, pero son movimientos muy lentos. Por ello, tenemos que seguir presionando”, concluye el experto.