Los inhaladores de dosis medida (pMDI) fueron introducidos en el mercado a mediados de 1950. Durante estos casi 75 años han sido un pilar de la terapia respiratoria, con dispositivos de rescate y de mantenimiento que han permitido controlar patologías como el asma o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Ahora, estos tratamientos se están viendo sustituidos por otros inhaladores más respetuosos con el medio ambiente e igual de efectivos, por lo que los expertos se pregunta si podríamos estar acercándonos al final del camino para los pMDI.
Los pMDI siguen constituyendo la mayoría de los inhaladores adquiridos por el sistema de salud británico (80%). También en España siguen siendo los principalmente utilizados, pues suponen el 52 % del total de estos dispositivos, unas 15 millones de unidades vendidas al año. El desafío que actualmente suponen estos tratamientos eficaces y de bajo coste es su alto impacto en la huella de carbono. Según datos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), los inhaladores presurizados emiten en nuestro país 400.000 toneladas de CO2, una cifra equivalente a lo que producen 355.000 coches en un año.
El medicamento se almacena a alta presión en un recipiente en solución o suspensión con el o los propulsores, y la aerosolización se genera liberando el propulsor a alta presión a través de una boquilla. Son estos propelentes los que tienen potencial de calentamiento global al contener PFAS. Los PFAS son una familia de sustancias químicas sintéticas que contienen enlaces carbono-flúor, que son unos de los enlaces químicos más fuertes de la química orgánica. Esto significa que resisten la degradación cuando son utilizados y también cuando se encuentran en el medio ambiente. Por eso, se han usado en diversos sectores como el textil, el aeroespacial, la construcción, el procesamiento de alimentos, productos de limpieza e, incluso, en materiales sanitarios.
“La gran dependencia de los pMDI no es esencial para satisfacer las necesidades de atención médica de una población”
La enmienda de Kigali al Protocolo de Montreal tiene como objetivo reducir el consumo mundial de HFA en un 80 % para 2047. Un desafío que llevaría a cambiar todos los inhaladores por otros más sostenibles, pero que no es imposible. Ejemplo de ello se encuentra Suecia, donde los pMDI constituyen solo el 10% de los inhaladores, dato que, como señalan los expertos, refleja que “la gran dependencia de los pMDI no es esencial para satisfacer las necesidades de atención médica de una población”.
Un camino que han de seguir el resto de países europeos tras la propuesta de prohibición de la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA, por sus siglas en inglés) de los PFAS podría afectar a los propelentes contenidos en algunos inhaladores presurizados.
TENDENCIAS FUTURAS
Actualmente existen otras alternativas que han demostrado ser menos contaminantes e igual de seguros y eficaces, los inhaladores de polvo seco (DPI) y niebla fina (SMI). En el caso de los DPI, comercializados desde 1967, no requieren un propelente para su administración, pero sí que los medicamentos puedan formularse como un polvo seco, y son más costosos que los actuales pMDI. En el caso de los SMI estos aparecieron en el mercado en 2004 y han mostrado su efectividad en el tratamiento de distintas patologías, sin embargo, todavía cuenta con distintos desafíos como el formato del dispositivo de administración y su coste más elevado.
Dado que el cambio a sustitutivos más sostenibles es una necesidad, para que los pMDI tengan futuro es preciso conseguir nuevas formulaciones con propelentes con bajo efecto invernadero. Es decir, que tengan una inflamabilidad aceptable, cumplan con las regulaciones europeas de PFAS y estén disponibles a precios comercialmente viables con la calidad y seguridad de suministro requeridas para los dispositivos de administración de medicamentos. Como señalan los expertos, si esto no lo cumplen, entonces los inhaladores de polvo seco y niebla suave seguirán creciendo en el mercado hasta coparlo.