La presencia de sustancias químicas, con impacto medioambiental y sanitario, ha llevado a las agencias reguladoras europeas a estudiarlas y valorar su restricción. Unas prohibiciones que afectarían principalmente a las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas o PFAS tal y como desde 2023 propone la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA por sus siglas en inglés).
En enero del año pasado Alemania, Dinamarca, Noruega, Suecia y Países Bajos pidieron a la ECHA un dictamen sobre estas sustancias, de las que, si no se minimiza su presencia y uso, unas 4,4 millones de toneladas acabarán en el medio ambiente en los próximos 30 años, según estimaciones de las autoridades europeas. Una situación que tiene a su vez implicaciones en la salud humana.
Los PFAS son una familia de sustancias químicas sintéticas que contienen enlaces carbono-flúor, que son unos de los enlaces químicos más fuertes de la química orgánica. Esto significa que resisten la degradación cuando son utilizados y también cuando se encuentran en el medio ambiente. Por eso, se han usado en diversos sectores como el textil, el aeroespacial, la construcción, el procesamiento de alimentos, productos de limpieza e, incluso, en materiales sanitarios.
“El alcance de las emisión de PFAS justifica una acción regulatoria"
La mayoría de las PFAS se propagan fácilmente en el medio ambiente, cubriendo grandes distancias desde la fuente de liberación. Como recoge la ECHA, en estos últimos años se ha podido comprobar con frecuencia que las PFAS contaminan las aguas subterráneas y superficiales y el suelo. Además, la exposición en humanos se ha asociado a mayores niveles de colesterol, bajo peso al nacer, efectos en el sistema inmunitario, desarrollo de tumores como cáncer de testículos, de riñones, y perturbación de la hormona tiroidea.
Desde la ECHA han llamado a una acción rápida para la restricción de estos químicos eternos en su uso en diferentes sectores como los productos manufacturados, los cosméticos, los materiales de envasado y empaquetado de alimentación, la metalurgia, el trasporte, el sector energético, el petróleo o los servicios médicos. “El alcance de las emisión de PFAS justifica una acción regulatoria, una inacción siempre superará los costes de una prohibición de uso de estas sustancias por sus efectos en el medioambiente y en la salud humana”, recoge el informe de propuesta de restricción.
En marzo de este año el reglamento para su prohibición salió adelante y fue elevado al Parlamento Europeo y al Consejo, en él se recoge que la Comisión Europea considera necesario “adoptar una restricción a escala de la Unión para la comercialización y el uso del PFHxA, sus sales y sustancias relacionadas con el PFHxA en textiles, cuero y pieles en prendas de vestir (por ejemplo, prendas para exteriores como los impermeables); accesorios relacionados (como bolsos de mano) y calzado para el público en general; papel y cartón utilizados como materiales destinados a entrar en contacto con alimentos; mezclas para el público general; productos cosméticos; y algunas aplicaciones de espumas contra incendios”. Una restricción que también se amplía a los materiales sanitarios.
PFAS EN LA MEDICINA
Las sustancias fluoradas se usan en distintos equipos médicos: guías de catéter, filtro de bomnas, respiradores. Su resistencia permite que estos dispositivos duren más y sean más efectivos. También se utilizan en la producción de medicamentos y algunos PFAS se incluyen en fármacos o en los envases y materiales de embalaje. Como indica la ECHA, el uso de gases fluorados como anestésicos está viviendo un crecimiento anual de 3-9%, según informes comerciales. En 2019 el uso de fármacos con PFAS prescritos creció un 3,4%. “Los indicadores reflejan un crecimiento del uso de PFAS en los dispositivos médicos y en el embalaje de medicamentos”, indica la agencia reguladora.
El reglamento recoge un incentivo para que la industria siga avanzando hacia alternativas más limpias con el objetivo de reducir de forma completa el uso de inahladores presurizados para 2030
La emisión se estas sustancias producida por estos elementos amenaza el medioambiente y la salud. Aunque para muchos medicamentos no existen alternativas, sociedades científicas como la Sociedad Respiratoria Europea aceptan y están de acuerdo con restringir su uso en todo lo posible para frenar la contribución de los PFAS al cambio climático “y el serio efecto que este tiene en el planeta y la salud humana”, señalan los neumólogos.
Desde Europa recogen en el reglamento de 7 de febrero de 2024, sobre los gases fluorados de efecto invernadero, por el que se modifica la Directiva (UE) 2019/1937, y se deroga el Reglamento (UE) nº 517/2014 que la fabricación de inhaladores dosificadores para la administración de ingredientes farmacéuticos usa una proporción no desdeñable de todos los HFC que se consumen actualmente en la Unión. Los reguladores europeos recuerdan que existen “alternativas, como los inhaladores dosificadores que usan como propulsores gases fluorados de efecto invernadero con menor PCG, que han sido desarrolladas recientemente por la industria”.
Por eso, recogen en el reglamento un incentivo para que la industria siga avanzando hacia alternativas más limpias con el objetivo de reducir de forma completa su uso para 2030. “La cooperación entre la Comisión, las autoridades competentes de los Estados miembros y la Agencia Europea de Medicamentos debe facilitar un proceso sencillo de aprobación de los inhaladores dosificadores que usen gases fluorados de efecto invernadero de bajo PCG y alternativas a los gases fluorados de efecto invernadero, y de ese modo asegurar la transición hacia soluciones más limpias”, recoge el reglamento. Paso, que por ejemplo, ha dado este mes el Congreso de los Diputados en España al recomendar el uso de estos inhaladores más sostenibles siempre que sea clínicamente posible.