La paciente, que perdió la visión por completo en ambos ojos tras sufrir una enfermedad hereditaria y degenerativa denominada como retinosis pigmentaria, ha sido sometida a una intervención en la que se le ha implantado, mediante acceso al globo ocular, un dispositivo capacitado con nanotecnología y dotado de sesenta electrodos que tienen como misión estimular la conexión que llega desde la retina hasta el cerebro con el objetivo de que éste reciba señales visuales que permitan subsanar la pérdida degenerativa del campo visual.
La cirugía que se le ha practicado consiste en “implantar un chip con electrodos en la mácula, en el centro de la retina, para que estos sean estimulados con un sistema que va por fuera del ojo a través deuna videocámara”, señala el director médico del Hospital La Arruzafa y máximo responsable de la intervención, el oftalmólogo Juan Manuel Laborda.
En esta línea, Laborda señala que “la mayor dificultad ha residido en el implante, en mover todas esas piezas alrededor del ojo sin dañarlas en ningún momento, porque es un sistema muy sofisticado de electrodos y filamentos. Los movimientos tienen que ser muy precisos”, apunta.
De igual manera, explica que “a nivel emocional, la intervención impacta mucho por lo que significa, por lo que estás haciendo y cómo lo vas a hacer. Es muy estresante, porque no se trata de una cirugía al uso. Se necesita mucho personal y un equipo alrededor muy cualificado y pendiente de que todo salga según lo previsto”, concreta.
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