Una decena de pacientes con cáncer de piel se benefician cada semana de la terapia fotodinámica que aplican los facultativos y personal enfermero del servicio de Dermatología del Hospital General Universitario de Ciudad Real, dependiente del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha.
Esta técnica consiste en extender un compuesto fotosensibilizador sobre el área afectada y someterla a continuación a los efectos de un haz de luz: las células tumorales absorben la crema y cuando se aplica la luz se producen una serie de reacciones que las destruyen. Además, el compuesto hace que las células cancerosas se vuelvan fluorescentes, cualidad que facilita la localización y delimitación de la lesión.
La terapia fotodinámica se utiliza fundamentalmente para los cánceres de piel no melanoma. En España está aprobada para tratar la queratosis actínica, precursora de los carcinomas espinocelulares, los carcinomas basocelulares y los espinocelulares in situ o enfermedad de Bowen.
Según Juan Luis Santiago, dermatólogo del Hospital General Universitario de Ciudad Real, esta técnica se ha revelado “muy eficaz” para tratar estas patologías “aunque no es la única”, recalca, y es el facultativo quien decide cual es la más adecuada para cada paciente.
La terapia fotodinámica también ha demostrado su eficacia para tratar el síndrome de Gorlin
Así, en Ciudad Real esta técnica se prescribe principalmente para las queratosis actínicas, las masas de piel escamosas, secas o ásperas que aparecen en zonas sometidas a exposiciones crónicas y continuas al sol. Son los denominados campos de cancerización, que se localizan en calvicies, el dorso de las manos o en la cara anterior de las pantorrillas de las mujeres tras años de sobreexposición a la luz solar.
Asimismo, la terapia fotodinámica se ha revelado efectiva para tratar el síndrome de Gorlin, la predisposición hereditaria a padecer cáncer de piel, y patologías infecciosas como verrugas víricas recalcitrantes que no responden a otro tratamiento.
En la zona a tratar se aplica el compuesto fotosensibilizador y, a continuación, se tapa para preservarla de la luz solar o de cualquier otra fuente lumínica. Transcurridas dos horas, el paciente vuelve a consulta, se retiran los apósitos, se lava el área afectada y se somete a diez minutos de irradiación con una lámpara de leds rojos, color que se ha constatado que es el que penetra más profundamente en los tejidos.
El haz de luz es muy potente, por lo que es necesario que tanto pacientes como profesionales se protejan adecuadamente los ojos para evitar efectos sobre la visión, y, al aplicarse combinada con el compuesto fotosensibilizador, “nos ayuda a localizar lesiones subclínicas que no se aprecian a simple vista”, comenta Santiago.
En todo momento, los pacientes están acompañados por las enfermeras del servicio, que son las que se encargan de administrar las pausas que se suelen hacer durante la irradiación, dado que son mayoría las personas que manifiestan dolor y sensación de quemazón, especialmente cuando se están irradiando partes del cuerpo con piel más sensible, cómo el cuero cabelludo o la cara. Pasados los diez minutos de exposición a la luz roja, se aplica una crema corticoide en la zona tratada y se cubre para que no le dé la luz en las siguientes 48 horas.