A partir del 2 de enero de 2025, todos los veterinarios, incluidos los que trabajan con animales de compañía, deberán notificar electrónicamente la prescripción de medicamentos veterinarios a través de la herramienta Presvet, desarrollada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), tal y como lo dicta el Real Decreto 666/2023, de 18 de julio. Aunque esta medida ya es obligatoria para los animales de producción desde 2018, su extensión a los animales de compañía está generando preocupación entre los profesionales del sector debido a la carga administrativa y la falta de herramientas automatizadas para cumplir con esta obligación.
En declaraciones a AnimalCare, Rufino Álamo, presidente del Colegio de Veterinarios de Valladolid, explica que esta normativa tiene como objetivo “el registro, seguimiento y optimización del uso de productos veterinarios”. Según Álamo, la implementación de sistemas como Presvet ha demostrado ser efectiva en la reducción del uso de antibióticos en la ganadería, pero reconoce que adaptarse a esta obligación no será sencillo para los veterinarios de pequeños animales. “Requiere una metodología de trabajo que lleva tiempo, además de herramientas informáticas adecuadas que permitan automatizar el proceso”, señala.
“Para nosotros, los clínicos, esto genera incertidumbre y algo de ansiedad”
Por su parte, Juan Monge, vocal del Colegio y clínico de pequeños animales, destaca las dificultades prácticas que enfrenta el sector. “Para nosotros, los clínicos, esto genera incertidumbre y algo de ansiedad”, comenta. Entre las principales preocupaciones, Monge menciona el incremento en los trámites administrativos, que se suman a otros como la gestión de censos o la vacunación obligatoria. Además, subraya que los veterinarios tendrán que registrarse en Presvet y adaptar sus sistemas de gestión para incluir la notificación electrónica, lo que puede resultar complejo.
El decreto que regula esta medida establece un plazo de 15 días para notificar cada prescripción, pero, como señala Monge, esto no alivia completamente la carga. “Aunque tengamos esos días, lo más práctico es hacerlo en el momento de la consulta. Sin embargo, eso implica más tiempo frente al ordenador y menos tiempo para ejercer como veterinarios”. Según explica, los clínicos de pequeños animales suelen trabajar con múltiples sistemas de gestión que no están integrados con Presvet, lo que dificulta la automatización del proceso.
“Quizás debería haberse dado un periodo de prueba sin sanciones para adaptarnos al sistema”
Desde el Colegio de Veterinarios de Valladolid se han impulsado varias actividades formativas para preparar a los profesionales. “Desde el primer semestre hemos realizado jornadas informativas y, en noviembre, organizamos sesiones con responsables de medicamentos veterinarios de la administración autonómica”, comenta Álamo. No obstante, tanto él como Monge consideran que la implementación podría haberse gestionado mejor. “Quizás debería haberse dado un periodo de prueba sin sanciones para adaptarnos al sistema”, propone Monge.
Una de las ventajas más destacadas de esta medida es su potencial para combatir la resistencia antimicrobiana. Álamo resalta que en la ganadería, gracias a herramientas como Presvet, se ha logrado un mayor control del uso de antibióticos. “El uso de recetas electrónicas facilita la supervisión y el acceso a guías clínicas, optimizando la prescripción de medicamentos”, añade. Sin embargo, este beneficio choca con las complicaciones operativas que enfrentan los veterinarios.
Monge también señala las dificultades adicionales que plantea la digitalización del proceso: “Para registrar las recetas en Presvet, necesitamos firmas digitales y sistemas informáticos que aún no dominamos completamente. Es un cambio radical en nuestra forma de trabajar”. Además, advierte que esta obligación podría afectar a la rentabilidad de las clínicas veterinarias, ya que “el tiempo extra dedicado a estas tareas no se refleja en el valor de la consulta”.
A pesar de los retos, ambos entrevistados coinciden en que la medida, aunque necesaria, llega con demasiada premura. “Los veterinarios clínicos nos vemos obligados a cambiar todo nuestro sistema de trabajo en un corto plazo, y eso genera mucha presión”, lamenta Monge. Mientras tanto, desde los colegios profesionales continúan trabajando para facilitar la transición mediante formación y asesoramiento.
Aunque el sector espera que el proceso de adaptación se normalice con el tiempo, tanto Álamo como Monge subrayan la necesidad de una mejor planificación y de herramientas más integradas para minimizar el impacto en el día a día de los veterinarios.