La especialización veterinaria en España ha experimentado una lenta pero constante evolución en las últimas décadas. Aunque este modelo de diplomaturas veterinarias no ha cambiado sustancialmente desde sus inicios en Europa en los años 80 y 90,“cada vez hay mejor acceso, aunque puede estar todavía limitado”. Así lo afirma Carmen Lorente, presidenta de la Asociación de Veterinarios Especialistas Diplomados de España (AVEDE) en declaraciones para AnimalCare. El principal obstáculo, según explica, es que "cualquier diplomado se tiene que formar bajo la tutela de otro diplomado", lo que implica que la capacidad de formar nuevos especialistas depende del número actual de profesionales cualificados.
En España, el término "especialista" genera confusión, en parte porque "no está bien definido". Lorente destaca la necesidad de distinguir entre la formación continuada —como cursos, másteres o títulos de experto— y lo que supone ser diplomado europeo o americano, una titulación de “altísimo nivel” que aún no ha sido plenamente reconocida por la Administración en nuestro país. “Hay una confusión muy grande entre toda esa terminología”, lamenta. Sin embargo, en los últimos meses se ha dado un paso clave: “La organización colegial acaba de definir un proyecto de especialización, al menos en pequeños animales”.
Este itinerario profesional contempla tres niveles: el veterinario generalista o "general practitioner", que posee una base muy sólida y aborda todo tipo de casos; el clínico con especial dedicación a una materia concreta, que puede contar con un certificado; y finalmente, el diplomado europeo o americano, que representa la cúspide del conocimiento especializado. “Esta estructura ahora mismo solo está definida para pequeños animales y algo en equino, pero hay muchas otras ramas de la veterinaria que no están reguladas como tales”, subraya Lorente. Además, señala que ni siquiera el título de "especialista" está reconocido formalmente en España, lo que deja un vacío normativo importante.
"Ser diplomado tiene unas peculiaridades especiales. No es hacer un curso de dos semanas y tener un título, es la más alta cualificación veterinaria"
Convertirse en diplomado no es tarea fácil. El proceso es exigente, con años de experiencia clínica previa o la realización de un internado, seguido de una residencia de al menos tres años bajo la tutela de otro diplomado. “Durante esos tres años se tienen que constatar todos los casos clínicos que se van viendo, y el mínimo suelen ser 500 casos clínicos y unas 1500 revisiones”, explica Lorente. A esto se suma un proyecto de investigación que debe ser publicado, así como un examen final de varios días, en inglés, ante el colegio correspondiente. “Ser diplomado tiene unas peculiaridades especiales. No es hacer un curso de dos semanas y tener un título, es la más alta cualificación veterinaria en la especialidad correspondiente”, recalca.
Este nivel de especialización aporta un valor añadido no solo clínico, sino también en investigación y formación. “Generalmente trabajamos dos o tres días en clínica y el resto lo dedicamos a preparar charlas, hacer consultorías o trabajos de investigación”, relata. Lorente, por ejemplo, combina su labor como dermatóloga en el Hospital Veterinario de la Universidad Complutense de Madrid con la formación de residentes y alumnos, además de ser consultora internacional en dermatología y alergia en el laboratorio internacional de análisis clínicos veterinarios Laboklin.
Sin embargo, este esfuerzo no encuentra el reconocimiento que merece. “Creo que estamos ninguneados por parte de las administraciones”, afirma. Un ejemplo, dice la veterinaria, “es la redacción del Real Decreto 666/2023. No se contó con expertos clínicos como una muestra más del desinterés gubernamental por el papel de los veterinarios”. “Ni siquiera se ha contado con diplomados, que podrían aportar un conocimiento muy valioso”, critica.
A nivel europeo, el título de diplomado sí está reconocido bajo el paraguas de la EBS (European Board of Veterinary Specialisation), y ya se están dando pasos para trasladar esta validación al marco nacional. Lorente considera clave que “el Ministerio de Educación sea quien reconozca y regule esta formación que va más allá del posgrado tradicional, en colaboración con el Ministerio de Sanidad, dada la implicación de la veterinaria en la salud pública". Mientras tanto, asociaciones como AVEDE siguen trabajando para que esta especialización sea valorada y se pueda integrar en la estructura sanitaria y académica española. “Vamos remando para que se reconozca el esfuerzo y la calidad de los diplomados, y para que no se pierdan estos profesionales fuera del país”, asevera.
“El diplomado aporta muchísimo en su campo concreto, y de eso nos tenemos que beneficiar todos”
Lorente defiende además la necesidad de colaboración entre especialistas y generalistas, sin jerarquías. “Aquí todos somos importantes si colaboramos juntos. Cada uno tiene su campo de conocimiento y aporta lo mejor desde ahí”, recalca. En su visión, el especialista no viene a sustituir, sino a complementar, y a ofrecer apoyo en casos complejos, investigación o formación continua. “El diplomado aporta muchísimo en su campo concreto, y de eso nos tenemos que beneficiar todos”.
RETOS PENDIENTES DE LA PROFESIÓN VETERINARIA
A pesar del alto nivel de formación y compromiso que demuestran los veterinarios en España, Lorente no oculta los retos a los que se enfrenta la profesión. “La sociedad debe estar muy contenta del plantel de veterinarios que tiene, porque son excelentes profesionales. Es una profesión puramente vocacional”, puntualiza. Sin embargo, estos profesionales tienen que hacer frente a “grandes problemas”, señala. “Es la profesión peor pagada en España”.
Lorente también advierte del desgaste psicológico que sufre el colectivo. “Nos dicen: ‘Qué bonito ser veterinario’, pero no se valora realmente el trabajo que hay detrás. La gente no es consciente de que muchos de los servicios que ofrecemos están muy por debajo de lo que costarían en medicina humana”, denuncia. La frustración por la falta de reconocimiento, los bajos salarios y la presión emocional derivada del trato con animales enfermos y propietarios angustiados genera, según datos, una alta tasa de problemas psicológicos y suicidios entre los veterinarios.
A esto se suma, para los especialistas diplomados, una incomprensión dentro del propio sector, en parte —admite— “porque quizás no hemos explicado bien quiénes somos y qué hacemos”. Por ello, Lorente considera que entre los objetivos de la profesión está dar visibilidad al diplomado, integrarlo en la estructura profesional española y conseguir, en definitiva, un reconocimiento externo que refleje la entrega y la excelencia que caracteriza a la veterinaria en nuestro país.