Una nueva publicación científica presentada en Environmmental Pollutionha confirmado la presencia de contaminantes cancerígenos en sedimentos y peces en un afluente ubicado en la Bahía de Chesapeake, próximo a un vertedero de cenizas de carbón. Este estudio ha estado dirigido por Tyler Frankel, investigador y profesor en la Facultad de Ciencias Ambientales de la Universidad de Mary Washington.
Frankel descubrió los impactos de la contaminación por metales que se habían pasado por alto durante mucho tiempo en las vías fluviales. Además, estos materiales estaban afectando a las especies acuáticas adyacentes a los vertederos de cenizas de carbón. Esta investigación se centró concretamente en estudiar los componentes que habían provocado esta contaminación, destacando el papel de los sedimentos en el almacenamiento, liberación y transporte de estos metales dentro de los ecosistemas acuáticos.
"Nuestro trabajo destaca la importancia de considerar esta vía de exposición dentro de las estrategias de conservación de especies acuáticas”
"Estas vías fluviales sirven como rutas importantes para varias especies de peces migratorios y hábitats de cría sensibles para varias especies endémicas", explicó Frankel. "Nuestro trabajo destaca la importancia de considerar esta vía de exposición dentro de las estrategias de conservación de especies acuáticas”, asegura.
El equipo de investigación examinó muestras de agua y sedimentos de ambientes acuáticos que rodean cinco instalaciones de cenizas de carbón de Virginia. La ceniza de carbón, un producto de desecho industrial frecuente producido en los Estados Unidos, contiene varios metales solubles en agua, incluidos cadmio, selenio, mercurio, plomo y arsénico. El estudio reveló concentraciones significativamente mayores de estos metales en el fondo de los canales.
Las implicaciones son graves. La exposición prolongada a metales como el arsénico, el cadmio y el cromo se ha relacionado con el cáncer, mayores riesgos cardiovasculares y otros problemas de salud perjudiciales, que afectan tanto a la vida silvestre como a los humanos. Además, estos contaminantes aumentan su concentración a medida que avanzan en la red alimentaria, lo que representa una amenaza para los peces y aves depredadoras, dijo Frankel.
“Dado que la cuenca de la Bahía de Chesapeake es uno de los estuarios más grandes y productivos de los Estados Unidos, comprender nuestros impactos en sus vías fluviales es fundamental para la gestión a largo plazo de este precioso recurso", añadió Frankel.