Un estudio en el que participa el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) ha demostrado que las hembras de oso pardo, Ursus arctos, se protegen del macho en oseras cercanas a su área de apareamiento cuanto están preñadas. Este acto de protección disminuye el riesgo de infanticidio. Estos hallazgos son esenciales para la conservación de esta especie que, debido a la caza de los machos y el abandono de las oseras por parte de las hembras ante la amenaza humana puede afectar a la supervivencia de las crías.
“Una de las principales causas de mortalidad de las crías en los carnívoros es el infanticidio, por ello, este fenómeno tiene mucha influencia en su comportamiento”, explica Vincenzo Penteriani, investigador del MNCN-CSIC.
“En el caso de las hembras de oso pardo una de las estrategias evolutivas que han desarrollado para reducir el riesgo de infanticidio es copular con distintos machos, ya que aumenta las posibilidades de que, al cruzarse con uno de ellos, sea el padre de sus crías. Sin embargo, para que esto realmente funcione es necesario que tanto las hembras como los machos se encuentren cerca al año siguiente cuando la hembra salga de la osera con la cría, y esto es precisamente lo que quisimos comprobar en el estudio”, señala el científico.
El área que frecuentan durante la época de apareamiento, la localización de la cueva en la que dan a luz a las crías y la zona que frecuentan tras el nacimiento son algunos de los lugares analizados en este estudio
Esta investigación utilizó los datos de GPS de 43 osos marcados, 25 machos y 18 hembras, de poblaciones de Eslovaquia, Rumanía y Finlandia. El área que frecuentan durante la época de apareamiento, la localización de la cueva en la que dan a luz a las crías y la zona que frecuentan tras el nacimiento son algunos de los lugares analizados, además de la época en la que crecen las probabilidades de que sufran infanticidios.
“Los resultados confirman que las hembras con crías escogen permanecer en el área donde se aparearon y que los machos se mantienen en ellas durante el año siguiente a la cópula”, declara Alejandra Zarzo, también investigadora del MNCN-CSIC. “Esto tiene importantes implicaciones de cara a la conservación de esta especie”, añade.
“Por un lado, si la presencia humana molesta a las hembras al salir de la osera con las crías, pueden llegar a abandonar la zona, incrementando el riesgo de encontrarse con un macho que no es el padre de estas crías. Por ello, es necesario establecer medidas para proteger las zonas de celo y las áreas cercanas a las oseras impidiendo la entrada de turistas, fotógrafos y otras perturbaciones humanas que hacen que estas hembras puedan tomar la decisión de moverse a otra área porque se sientan inseguras. Este punto es muy importante en el caso de las poblaciones de la cordillera cantábrica, ya que cada año hay hembras que se alejan de las oseras por personas que se acercan demasiado a ellas”, concluye la investigadora.