Los animales silvestres pueden actuar como reservorios de la Leishmania infantum, también conocida como leishmaniosis, suponiendo una grave amenaza para los perros domésticos, así como para la salud pública. Además, esta enfermedad debe abordarse como amenaza ya que puede provocar afectación grave e incluso provocar la muerte.
Debido a su cercana relación con los perros domésticos y a su hábitat compartido con los vectores responsables de la propagación de la leishmaniosis, algunos estudios confirman que los lobos podrían ser potenciales reservorios de esta enfermedad. Además, sus comportamientos sociales y la coexistencia con áreas rurales, donde los perros desempeñan roles significativos en la vigilancia y actividades como la caza y el pastoreo, aumentan esta probabilidad.
Aunque los estudios sobre la presencia de la leishmaniasis en lobos han sido esporádicos y no sistemáticos, desde el primer informe en 2008 en Croacia, se han observado signos clínicos característicos de la Leishmaniasis Visceral Canina (CanL) en lobos, como dermatitis crónica, pérdida de pelo, y otras manifestaciones. Investigaciones previas en el noroeste de España han revelado altos índices de seropositividad en lobos, tanto en animales encontrados en la provincia de Asturias como en aquellos en semicautiverio en la provincia de Zamora durante el período 2018-2022, con una incidencia de hasta el 57% al sumar los positivos encontrados en lobos capturados, muestreados y liberados posteriormente.
En concreto, una investigación desarrollada por Javier Merino Goyenechea, Jesús Palacios Alberti, Tomás Yanes Martínez, María Martínez Valladares y Rafael Balaña-Fouce, investigadores de la Universidad de León, el Centro del Lobo Ibérico “Félix Rodríguez de la Fuente” (IWC) y el Instituto de Ganadería de Montaña, ha estudiado un caso clínico de una hembra de lobo ibérico llamada Dakota que permanecía en condiciones de semicautiverio en el IWC.
En este se centro se encuentran catorce lobos en cautiverio, distribuidos en tres manadas y en tres recintos diferentes. Además, el equipo del IWC inspecciona diariamente a los animales para identificar cualquier indicio de enfermedad, lesión o alteración fuera de lo normal para después informar a los veterinarios.
El equipo identificó una herida ulcerosa interdigital en la pata delantera derecha
Gracias a estos controles, en febrero de 2021 se identificó a una ejemplar de loba con cojera. Como este animal era fácil de manejar, es decir, los cuidadores podían acercarse sin necesidad de sedación, hicieron una inspección rápida de las patas. Esto permitió al equipo identificar una herida ulcerosa interdigital en la pata delantera derecha. En ese momento, el animal quedó aislado y bajo tratamiento curativo de la herida.
El 23 de marzo de 2021, el equipo realizó un examen exhaustivo Dakota, la loba que presentaba una herida ulcerosa interdigital persistente. Tras tomar muestras de sangre, se llevó a cabo un análisis para diagnosticar la causa de la lesión y determinar un tratamiento adecuado. Se recolectaron muestras para análisis bioquímicos, ELISA indirecto y PCR que permitieron identificar la presencia de leishmaniosis.
Los resultados confirmaron la presencia de anticuerpos anti-Leishmania y la amplificación del ADN específico de L. infantum en muestras bucales y de oído. Además, se observaron hipergammaglobulinemia y elevación de la transaminasa glutámico-pirúvica, sugiriendo posibles daños hepáticos. Tras limpiar la herida, se aplicaron medidas preventivas contra reinfecciones y se administró tratamiento antibiótico y antileishmania convencional.
El tratamiento inicial con antimoniato de meglumina tuvo que suspenderse debido a la intolerancia del lobo, por lo que se optó por una terapia oral con miltefosina. La administración de medicamentos se facilitó con golosinas. Al finalizar el protocolo, la herida interdigital había sanado completamente.