American Staffordshire, pit bull, bóxer o rottweiler son algunas de las razas más repetidas cuando se habla de perros potencialmente peligrosos. Algunos de los criterios que determinan esta clasificación son su peso, el tamaño de su cabeza o el ancho de su cuello, aunque cada comunidad establece en su legislación unas características determinadas.
“El termino PPP viene asociado a perros que cuando hay una mordedura, el alcance de las heridas puede ser mayor, tanto por la potencia de su cuerpo, como de la mandíbula”, explica en declaraciones a Animalcare, Cristina González, veterinaria especializada en etología clínica dentro del Servicio de Etología Clínica de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Sin embargo, esta categoría “no los hace ni más malos ni menos sensibles”, asegura. “Deberíamos manejar a estos perros igual que al resto, no son más peligrosos que otros”, insiste.
“No significa que los PPP vayan a generar un problema, pero a priori sus consecuencias sí pueden ser mayores por la potencia del animal”
Sin embargo, en el momento de escoger un animal, los propietarios deberían tener en cuenta “el núcleo familiar y las actividades diarias”, señala González. La veterinaria destaca la importancia de que “el perro puede adaptarse a la familia”, por ejemplo, en familias con niños pequeños. “No significa que los PPP vayan a generar un problema, pero a priori sus consecuencias sí pueden ser mayores por la potencia del animal”, asegura.
No obstante, en el manejo de PPP, "hay mucha incomprensión en cuanto a su agresividad”, afirma González. Un ejemplo, como señala la veterinaria, son los American Staffordshire. “Existe mucho estigma, pero realmente son animales muy sensibles y muy cariñosos”, asevera. Asimismo, esta última característica, como indica la experta, hace que los usuarios “confíen de más”. “No leer el lenguaje de estos perros es lo que provoca en muchas ocasiones accidentes”, afirma.
Algunas situaciones, como la exposición a ruidos fuertes como la pirotecnia, puede desencadenar miedo en los animales y provocar una reacción inusual, pero no por ello son perros que entrañen un riesgo. “Los perros pueden reaccionar con agresividad o con huida”, señala la etóloga, “y esto puede depender de las experiencias previas del animal”, añade, pero no de su raza o su composición corporal. Por supervivencia, “cualquier mamífero podría reaccionar con agresividad” y no se da una reacción diferente en estos perros por ser de razas catalogadas como PPP. “La diferencia es nuevamente que, por su tamaño, el alcance de la agresividad puede ser mayor”, puntualiza.
“En la gran mayoría de los casos, la agresividad no viene determinada por la raza”
Actualmente, la regulación establece dos anexos en los que se especifican las razas consideradas como potencialmente peligrosas. Esta legislación tiene una serie de matices, especialmente según el lugar de residencia, por lo que cada comunidad sigue unos criterios de selección de raza dentro de los PPP. Sin embargo, Gónzalez destaca que “en la gran mayoría de los casos, la agresividad no viene determinada por la raza”.
EDUCACIÓN DE LOS PPP
La experta hace un llamamiento a la educación de todos los animales, pero con especial atención a estos perros. “Por grande que sea un perro, la solución nunca es un collar de estrangulación o un golpe”, matiza, “pero por desgracia lo seguimos viendo mucho en nuestro sector". Actualmente, la ley estudiará los casos de maltrato y todas aquellas acciones que dañen el bienestar de los animales de compañía, imponiendo sanciones por encima de los 500 euros.
En este sentido, el comportamiento de la ciudadanía con estos perros también debe cooperar para evitar cualquier posible accidente. González asegura que “no deberíamos ir tocando por la calle perros que no conocemos”. “Puede que el animal no se encuentre bien o desconfíe de ti”, explica, y estas actuaciones “provocan la agresividad del perro en numerosas ocasiones”, insiste.
“El objetivo final es que los animales tengan un buen bienestar y vivan felices junto a nosotros”
Por último, el estigma que rodea a estos perros también es una realidad. “Por ley deben llevar bozal y correa corta”, puntualiza la veterinaria. El bozal se utiliza, en algunas ocasiones, “en forma de castigo por parte de los tutores”, pero “si se positiviza y se utiliza como un elemento más como puede ser una correa, el perro lo entendería como algo agradable”, declara González. “El objetivo final es que los animales tengan un buen bienestar y vivan felices junto a nosotros”, concluye la experta.