La pandemia por COVID-19 deja pequeñas y grandes historias personales que, en muchas ocasiones, pasan desapercibidas, escondidas tras las mascarillas de quienes han sufrido las consecuencias del virus y de quienes les han atendido.
Algunas se recuerdan un tanto borrosas por los efectos de la medicación. Es el caso de María Rosa, una paciente ya recuperada de COVID-19 que ingresó en la UCI del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria el pasado mes de marzo y que ahora, tres meses después de su alta hospitalaria, ha podido poner rostro a parte del equipo médico y de enfermería que la atendió durante su estancia en esta unidad de pacientes críticos.