Dos instantáneas muestran a una misma persona: una retrata su personalidad pública y la otra la que se desarrolla en la intimidad cuando llega la depresión. La fotógrafa ha retratado las dos caras de la bipolaridad: la idealmente real, aquella que se convierte en careta cuando la depresión arrecia; y la oculta, la que asoma en los peores momentos y amenaza con tragárselo todo. Son su personalidad pública y la que se desarrolla en la intimidad cuando llega la depresión.